Si me caso contigo, no será como piensas que será. No.
No te daré un anillo, me tatuaré tu nombre en el corazón.
No te daré una fiesta, haremos una bajo las estrellas.
No convenceré a tu familia, verán en mis ojos la verdad y sólo así comprenderán que no tengo ojos más que para los tuyos.
No tendremos un contrato firmado, cada día te trataré como si no fueses mía, enamorándote desde el café hasta el vino, desde el beso hasta la luna, sabiendo que el amor no se descuida, sino como las rosas, las llenaré de agua y de sol de mil maneras creativas.
No te quitaré la libertad, te compartiré con el mundo para que el mundo no se pierda lo precioso de tu existencia.
No te pediré nada, te daré la verdad, mi palabra, mi lealtad, mi cuerpo, mi corazón y mi mirada. Sólo así, no podrás escaparte, pues no querrás hacerlo.
No te presentaré como mi esposa, sino como mi compañera, mi aliada; como ese ser que esperé durante todas mis vidas.
No te pediré hijos, te los daré.
No tendrás que esperar por un aniversario, te sorprenderé con celebraciones espontáneas, con tíquets de avión escondidos bajo tu ropa, tatuajes en los espacios más sensibles de mi cuerpo, poemas y versos, canciones, una pasta fresca con el mejor vino cuando vuelvas del trabajo, y miles de paseos en los lugares menos explorados.
No te haré el amor cuando mi cuerpo lo pida, lo haremos cuando no encontremos las palabras ni la manera de expresar nuestro calor, cuánto nos hicimos falta en los espacios no compartidos.
No tendrás suegros ni cuñados, tendrás una familia más numerosa.
No tendrás mi apellido, en tus ojos tendrás sellados los míos propios.
No nos casaremos, nos haremos una sola y si tienes que irte, lo harás, pues sabrás que estés donde estés, siempre estaré contigo, y sólo así, volverás, para hacernos más fuertes, más sabias, sabiendo que al dejar ir, se encuentra la belleza, al descubrir una vez más esa flama eterna, donde nada se pierde sino se abre una puerta hacia un tesoro desconocido: y eso, sólo eso, es lo único que merece la pena mantener.
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